Nunca había pensado de nuevo en el título del documental hasta esta tarde, cuando aquel motorista se ha estampado delante de mis ojos contra una pilona de hormigón por el error de un coche. Ha sido en el cruce entre Girona y Consell de Cent.
Probablemente estaba pensando en lo que iba a cenar hoy ¿Pero, a quién le importa él? Lo importante es mostrar lo ocupados que están los que sostienen la llave de la ciudad derrocando lo establecido.
Vivo en una ciudad que hace cien años era vanguardia. Lo era también hace cincuenta. E incluso hace treinta. Pero hoy, es todo lo contrario. Hoy es sólo una manzana dulce carcomida por pequeños insectos, que han ido minando su núcleo y su periferia.
El agobio en los atascos es insoportable. He probado el sabor amargo de su humo. La cultura sobrevive como puede, sin medios para más, derrotada por luchar sin ayuda en mar abierto. Con retirada de instrumentos de trabajo. Con risas por parte de la administración. Sin respeto de ningún tipo por lo que siempre nos dio la vida. El turismo mina las calles como una plaga. El arte está ahogado, herido, como las principales arterias de la urbe. Vayas dirección a Aragón, en Paralelo o en Diagonal, los coches invaden toda parte asfaltada y los camiones de reparto se suceden en cada chaflán, me persiguen. Salir, entrar, o moverse por esta ratonera se ha convertido en un imposible. Hay quien esgrime que se debe al Covid. Otros dicen que se debe al levantamiento de los peajes. La realidad es que la ciudad ha sido ahogada a base de retirar carriles, y ya no es capaz de lidiar con el volumen de tráfico que la recorre. Cualquier taxista te corroborará esto.
Con disfraz progre, pero con fondo perdido y simplón, ésta administración decide recortes que afectan diaria y directamente a muchísimas personas que desarrollan su actividad en la urbe, sin haberlas preparado para ello. Cualquier político debería pensar en las consecuencias de los cambios a implantar mucho antes de tomar una decisión. Lástima que ya ni siquiera queden políticos competentes y, ¿A dónde habremos llegado para echarles de menos?
Las que evitaban desahucios, ahora se desplazan en coche oficial incluso para ir al baño. Los que creían creer en sistemas sociales, hoy luchan exclusivamente por mantener un pin. Por una prórroga eterna de la posición de salvado. Y lo hacen, con la vergüenza de saberse fuera de lugar, pero con la desfachatez de quien juega según las normas y gana por conocerlas mejor que el resto.
La ciutat està Morta i Rematada. Lánguida en pavimento helado. Su administración la sigue acuchillando de rodillas y sin compasión, mientras que sus defensores, aquellos que la admiramos, la transitamos, y la vivimos a diario, observamos callados la masacre.
Barcelona, On està el teu poder?
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