De Francesc Macià a la plaza Cinco de Oros

Martes, medio día. Tengo suerte hoy, salgo de la última visita de la mañana en un bar de la Illa y me va a dar tiempo de llegar justo a casa para comer antes de volver a salir. Últimamente el parking del centro comercial está medio vacío siempre, como triste. Este bicho se lo va a cepillar todo. 

Enfilo por el lateral de la diagonal y parece que va cargadita, bué, lo típico. Este último cliente parecía buena persona pero, ¿a caso podré ayudarle?. Acérrimo seguidor de Bartomeu. Pobre, está destrozado después de toda la movida con Messi y con el club. El Novita… la que ha liado, no sólo ha estado a punto de deshacer el equipo, sino que además cuenta con enamorados. Tiene cojones la cosa. Dice que lo último que podría soportar sería que volviera a salir Laporta, que no sabe qué podría llegar a hacer. Vamos, que está jodido. Cuando llegue a casa le escribo y me lo quito de encima, soy psicólogo pero no mago. Además, si vuelve a salir Laporta las fotos de su fiesta de celebración pueden ser épicas. 

Joder, parece que ha habido un accidente en Francesc Macià, acabo de salir del lateral de la Diagonal y están aquí todos los coches apelotonados y el semáforo en verde. Tiene que haber pasado ahora mismo porque no hay sirenas, así que a esperar. Me entretengo cambiando de emisoras, porque sólo hablan de política. Estoy hasta los huevos de política. Ojalá reventaran todos. 

No entiendo qué está pasando delante de mí. He avanzado hasta el primer semáforo del tramo de después de la plaza, lo he pasado justo y he visto el siguiente ponerse en rojo y en verde tres veces antes de volvernos a mover. Ha venido un malabarista y le ha dado tiempo de hacer el diábolo, las bolas, la pértiga con zancos y un show con un pobre chico que pasaba en el que lo ha puesto dentro de una ataúd y lo ha cortado por la mitad. Todo esto sin movernos un centímetro.

En una arrebato, me he decidido a hacer una pirulilla y me he metido como si bajara de la calle Calvet a buscar Villarroel desde el lateral de la diagonal, Villarroel tiene tres carriles y  seguro que podré bajar a buscar París, Roselló y enfilar hacia arriba Paseo de Gràcia y menos mal, porque el lateral de la Diagonal está a full. Parece que no me ha visto nadie hacer el movimiento ilegal pero ahora ¿qué pasa aquí? El lateral también está congelado y desde mi maniobra evasiva llevo diez minutos parado. He ido a bajarme del coche y al cerrar la puerta un patinete eléctrico que no sé de dónde ha salido a la velocidad del rayo, me ha pasado por encima del pie, pisándome y dejándome reventado entre coches. Me he apoyado directamente sobre el capó de uno que estaba haciendo un bailecito dentro del coche para subirlo a TikTok y el cabrón ni me ha mirado. Arrastrándome, he llegado a la entrada de Villaroel sólo para ver que de los tres carriles que había quedan dos, uno para bus y taxi y el otro para toda Barcelona. Hay un tercero que parece que siguen todas las bicicletas del mundo, las aceras, pero no me cabe el coche en él. Estoy llorando de desesperación. 

Derrotado, he vuelto a mi auto apoyándome en todos los que he encontrado por el camino. El mamón de delante sigue intentando subir su video a TikTok y me ha mirado como si ya le estuviera cansando mi cara. Esto empieza a ser tan agobiante como la película de los cuervos de Hitchcock. No paro de oír pitos, de oler humo y ver kamikazes en bicicleta. El plato de pasta fresca que tenía claro iba a comer y mi prometida siesta al cosmos de quince minutos se desvanecen ante mis ojos por segundos. ¿PERO QUÉ LOCURA ES ÉSTA!? ¿Por qué nadie se mueve?. 

Veinticinco minutos más tarde me doy cuenta de que ir por el lateral de la Diagonal no está siendo tan malo como yo pensaba. Es verdad que no me muevo un carajo, pero no se mueven más los que van por el centro de la vía y además, me está dando tiempo a entretenerme contando las tiendas que están liquidando stock para poder cerrar. Algún milloncito de los que se están usando para joder la ciudad de Barcelona sin aportar ninguna solución realista les vendría de lujo a esta pobre gente. En estos pensamientos me encontraba yo inmerso, mirando a una chica muy guapa que iba a mi altura por el carril central en un Fiat Punto del 99, cuando de un semáforo con una especie de cámara puesta encima ha salido un rayo láser y la ha pulverizado al instante. Si no puedes pagarte un coche bueno no intentes mezclarte en los atascos de Barcelona, baby.

Llevo cuarenta y cinco minutos de encierro y estoy a la altura de la calle Balmes. Parece que aquí la cosa se mueve un poco más pero he perdido ya toda esperanza de pasta y siesta, me duele el culo de estar sentado y acabo de caer en la cuenta de que a partir de ahora cada vez que me toque cruzar la Diagonal con el coche voy a tener que meter una botella de agua de litro y medio porque esto es peor que cruzar el Kalahari. Sólo me queda cruzar Rambla Catalunya y habré conseguido mi objetivo. Me estaba preparando para el Ironman pero ya no va a hacer falta, con lo de hoy me siento más que realizado. 

Cincuenta y ocho minutos desde que entré a Francesc Macià. Estoy deshidratado y con ganas de morir. Llego por fin al cruce con Paseo de Gracia y, sin comer, voy a tener que seguir con mis visitas de la tarde. Veo a dos figuras haciendo aspavientos en el cruce, repartiendo algo entre los coches parados. Los conductores barcelonins hacen amagos de atropellarlas como si se tratara de Figo y Mourinho, pero aunque no lo tengo muy claro, me parece que no lo son. Me acerco un poco más siguiendo la estela atascada y empiezo a oír gritos y a ver escupitajos saliendo de ventanillas. 

Ada Colau y Manuel Valls están repartiendo piruletas y una pancartita de WELCOME TO BARCELONA, THE CITY OF EVERYTHING AND NOTHING. Ahora sí, me han jodido el día. 


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