Ni Reinas Ni Vanidosas

Como cada 12 de Octubre, me pregunto para qué carajo sirve un desfile militar en una época en la que ya nadie quiere guerra. Me río pensando en cómo se nos vende a Kim-Jong-Un en televisión como a un dictador enfermo, sangriento, al que place sacar los misiles a pasear, mientras se nos pinta a este rey que ya muy pocos quieren para algo haciendo reverencias a la cabra de la legión y a todos sus fusileros, disfrutando en primera fila con toda su familia como si de los adalides de la democracia se tratara. 

Muy probablemente, aún no podemos deshacernos de los ejércitos. Por desgracia, hay demasiados elementos malignos con poder en el mundo y es verdad que podríamos llegar a necesitar a aquellos que creen que la violencia es capaz de solucionar algo. No estamos suficientemente maduros para lo contrario. Sin embargo, a los que seguro no necesitamos ya para nada es a aquellos que viven a costa de los demás o mejor dicho, que viven mejor que todos los demás, a costa de los demás. 

Y con esto no me refiero exclusivamente al actual monarca y a toda su familia, también estoy hablando de aquellos y aquellas que han hecho carrera, fortuna y vida a costa de decir que tenían que llegar al poder para derrocar la monarquía. L@s que iban a solucionar todos los problemas de la clase obrera. Los que eran clase obrera. A todos los que hoy ya, besan la mano del rey y aparecen en la Vanity Fair como si hubieran descubierto el peso atómico del Cadmio. 

Es repugnante tener que soportar este tipo de país, en el que la política no es más que poder en busca de dinero, los poderes establecidos son inamovibles y los valores son tan estúpidos como el amor por una bandera. Es repugnante que los millones de euros necesarios para que nuestros hij@s crezcan formándose como es debido, nuestros abuel@s estén bien atendidos disfrutando de una vida digna y nuestros parados puedan tener programas de reinserción y aprendizaje para ser reincorporados en el mundo laboral cuanto antes, se destinen a que la violencia estatal tenga su desfile y sus juguetes.

Me arrepiento de no haber nacido mil años más tarde, dónde supongo que si no nos hemos extinguido, será por haber eliminado todo aquello que hoy nos mata, como son las armas, el calentamiento global, la persecución del dinero y todos los políticos que los siguen permitiendo. Me arrepiento de haber creído en algún momento que esa nueva clase de vividores de incógnito, sin traje y  sin corbata pero con coleta, iban a hacer algo por cambiar toda la mierda que nos rodea. Al final tenía razón Charles Allan Gilbert. Todo es vanidad. 




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