Un mundo nuevo en nuestros corazones

Hoy, 6 de abril de 2020, mi país se desangra. Nuestros mayores se mueren. Nuestros pequeños se desesperan. Y aquellos que estamos en plena edad productiva observamos desde la ventana el paso de los días, pensando en cuánto se alargará esto y en qué comeremos dentro de un mes. Los médicos son personas más que menospreciadas enviadas a trincheras sin ningún tipo de escrúpulo. Sin los medios necesarios. Y cuando éste maldito virus pase y ya no se infecten más médicos, los profesores, que se encargarán de la educación de nuestros hijos, volverán a ser los despreciados, sin tener los medios ni recursos necesarios para mostrar el camino a las generaciones futuras.

Puede que el escenario que hoy vivimos sea fruto de un rocambolesco compendio de situaciones fortuitas. No lo sé. Pero yo no consigo evitar darle vueltas al hecho de que los políticos del mundo nos están robando la posibilidad de aprender de los errores cometidos a lo largo de la historia y de dejarles un mejor planeta a los que vengan detrás nuestro. Los políticos del mundo nos están robando hoy la vida. Es la política, con capacidad de prohibir, decretar y regular, la que nos condena como especie. La cruda y salvaje globalización empujada por el capital que nos están metiendo con embudo, lo mismo elimina puestos de trabajo por ser más barato producir en países sub-desarrollados sin escrúpulos que permiten condiciones de trabajo inhumanas, que nos hace comernos de rebote un enfermo murciélago.

¿Qué debería ser un país? Si nos olvidamos de banderas, patriotismos y demás poesías que sólo sirven para camelar mentes que no quieren ver más allá de un tupido velo, un país no es mucho más que una economía reguladora y el único índice que debería definirlo, siendo justos, es el bienestar de sus ciudadanos. Sin embargo, en éste que yo habito muchos ciudadanos no consiguen llegar a fin de mes. Otros llegamos por los pelos. Los funcionarios más imprescindibles son maltratados mientras sus medios de trabajo son, o bien privatizados, o bien ignorados, en función de si éstos pueden generar ingresos para la clase política al ser retirados del ente público o no.

El mundo nos obliga a seguir la corriente al Capitalismo más rancio. Ojalá pudiéramos seguir otra mejor. Ojalá me equivoque al pensar que a no ser que aconteciera una tragedia mucho más importante que la que vivimos hoy con el COVID-19, no hay ya manera posible de evitar que las personas dejemos de querer poseer una vivienda, un coche, una televisión y una botella de vino en la despensa.

Pero, ¿Es realmente imposible modificar las reglas del capital como para que su impacto no sea aquel al que nos vemos hoy terriblemente abocados? ¿Por qué no lo hacemos? Supongo que la mayoría de nosotros, estaríamos de acuerdo en parar esta vorágine en la que estamos sumidos. Estoy convencido de que si de la población dependiera, no iríamos de cabeza hacia la destrucción de nuestro precioso planeta. De sus manantiales. De las montañas. De los ríos. Pero hoy en día esto sólo depende de aquellos que dictan las leyes.

Nuestros políticos, no son gente preparada. La gran mayoría son personas sin formación para el trabajo que desempeñan. Ninguno de los presidentes del gobierno que recuerdo, tenían experiencia alguna en gestión (ni de personas, ni de recursos económicos). Ni siquiera sé si eran capaces de manejar la economía de sus propias casas. ¿Es legítimo entregar semejante posición a una persona así?. Mientras cualquier ciudadano de a pie debe prepararse hasta límites insospechados, hablando 5 idiomas para acceder a un puesto de vendedor, los políticos se nombran a dedo, sin consultar nada a nadie y sin ningún tipo de deferencia hacia quienes asumirán el coste de sus sueldos.

Pero cualquier persona que quiera perseguir una carrera para el bien público debería ser un buen gestor con inmejorables principios. Alguien que sepa organizar el dinero y los recursos de la manera más eficiente posible, sin necesidad de pasar el plato por el camino. Alguien preparado, seguro de sus dotes, con la experiencia necesaria para resolver los problemas más intrincados. Esto, como digo, no es lo que tenemos hoy. Y no puede serlo, además de por todo lo anteriormente expuesto, porque aquellos que gastan el dinero que se recauda, no son los que sufren las consecuencias de su coste.

A nosotros, no dejan de recortarnos. Tenemos que quedarnos en casa un mes sin trabajar, sin sueldo, viéndolas venir, pero ¿qué se recortan ellos?. En la aberrante situación que vivimos, tenemos además que aguantar el culebrón de verlos pelearse. Todo porque necesitan justificar su existencia. Por si todo esto fuera poco, tenemos un sistema político que a parte de ser ineficiente y de no tener escrúpulo alguno, está más que sobre dimensionado. Tenemos políticos estatales, comunitarios, comarcales y municipales. Como si una piedra en el zapato no fuera suficiente, nos hemos dejado meter cuatro.

Por un lado, no dejan de enfrentarnos. Sí, es verdad, todos tenemos ideas distintas. Ni siquiera dos personas que se auto proclamen de derechas coinciden en todos los puntos. El pensamiento en cualquier sociedad es dispar. Pero, ¿por qué permitimos que agrupen nuestras ideas por colores? las ideas evolucionan, cambian y en cualquier mente sana, se adaptan en función de la situación a valorar. ¿Tiene sentido entonces tener un sistema político que representa unas ideas “concretas” a la hora de ser votadas, pero que en realidad cambian en función de los intereses de sus representantes en el momento en el que se deberían aplicar, sin contar con aquellos que habían votado otra historia?

La política no debería ser algo que sólo representa a una parte de la sociedad, mientras la otra grita desde la barrera. La época del turnismo ha terminado y con ella debe terminar un sistema anacrónico, ineficiente e injusto, en el que unos pocos se lucran mientras el resto sufrimos. La población a día de hoy ya no necesita a los políticos. Hoy en día todo el mundo sabe leer y escribir. Somos gente formada, trabajadora y cualificada. Atrás quedaron nuestras ignorancias. Ya no somos presa crédula. Ahora estamos preparados y los medios digitales nos permiten organizarnos. ¿Qué estamos haciendo entonces?

Esta época debería hacernos pensar. Podemos aplicar todo lo aprendido durante años y años de recortes a nuestra economía. Si nos lo propusiéramos, podríamos eliminar el mayor coste injustificado que tenemos en el país. El de la clase política. Organizándonos, podríamos crear el sistema más imparcial del mundo, libre de parásitos, gobernándonos nosotros mismos y creando por el camino la democracia más pura del mundo.

Tenemos que olvidarnos de partidos políticos e ideologías señores. Estamos todos en el mismo barco y cuando el planeta reviente, va a reventar con todos dentro. Va a dar lo mismo lo que piense cada uno. Si no dejamos de pensar que nuestro vecino es tonto porque piensa diferente que nosotros, nunca mejoraremos, nunca cambiaremos nada. Si no nos unimos en contra de la política, del poder político como tal, siempre seremos sus lacayos. Esto lo aclaro, porque ya hemos visto como un grupo de gente que decía actuar en nombre del pueblo, ha llegado al poder para convertirse en la misma bazofia que ya había. Para ser un maldito chupóptero más. Para ponerse el traje a la mínima de cambio. La verdad es que nunca tuve la más mínima confianza en aquel movimiento y me son totalmente indiferentes.

Lo que digo es que es necesario que, obreros, banqueros, cirujanos, ingenieros, músicos, escritores y todo el resto de existencias en este planeta nos unamos para eliminar a la clase política. Para crear un sistema que reste protagonismo a las personas y se lo de a las decisiones. Para implantar nuestra voluntad, la voluntad de la masa. Y tenemos que entender que en esa voluntad, a veces ganarán nuestras ideas y a veces perderán, pero al menos habrán librado una batalla justa.

Con todo esto en mente, imaginemos que de alguna manera llega al gobierno un grupo de personas preparadas, expertos en RRHH, que deciden crear una gran y transparente empresa pública llamada “DEMOCRACIA”. Ésta va a ser la democracia de verdad y va a gestionar todo lo que es público, lo que es de todos. Sus únicos ingresos serán los impuestos, y sus gastos serán todos los necesarios para que el país funcione. En ella, no va a mandar nadie en particular, no existirá ninguna de esas jaulas de mentira llamadas izquierda, centro y derecha, no habrá ningún jefe, ni ningún color. Simplemente habrá un representante que, preparado para ello, será la cara visible del país, en todos los idiomas y protocolos necesarios para representarnos. Éste no nos dará vergüenza ajena porque se habrá preparado para tener el honor de cumplir con su cometido y habrá competido justamente por su puesto.

Para empezar con esta empresa, hará falta crear un consejo de administración, digamos el que sería equivalente al gobierno actual, pero sin trapicheos, sin ideas propias, sin amiguismos y sobre todo, sin gobernar sobre nada ni nadie. Exclusivamente, gestores. Para crearlo, sólo se aceptarán personas preparadas de verdad, profesionales del máximo nivel con experiencia para el sector médico, infraestructuras, alimentario, educativo… en definitiva, para todos los sectores de nuestra vida. Además, este consejo tendrá una característica fundamental y es que en él, no se puede trabajar más de cuatro años.

Por tanto, estamos creando una empresa, que va a gestionar todos los fondos públicos y para la que hace falta gente muy preparada. Si un ciudadano quiere trabajar en la misma, deberá presentar su currículum y varias empresas privadas e independientes seleccionarán exclusivamente a los mejores en sus respectivos campos. Estas empresas privadas serán auditadas por otras empresas privadas, evitando trapicheos por el camino y con ello, se seleccionará cada cuatro años a los mejores para gestionar el país. A los que estén más preparados. Cómo cuándo los españolitos de a pie vamos a buscar un trabajo a cualquier empresa.

Después de evaluar todos los perfiles que se presenten a la oposición, cada una de las empresas externas propone X candidatos de los cientos que han aplicado a las distintas vacantes. Por supuesto, las auditorías externas, se aseguran de que no haya: hijos de…, hermanos de…, primos de..., etc. Con, por ejemplo, cincuenta candidatos para cada puesto, el comité seleccionador los entrevistaría personalmente. En esta entrevista personal, se necesita, empatía, honestidad, la ambición justa, y sobre todo, mucha inteligencia social y emocional. De aquí, se descartan los que sean. Cuantos menos se tengan que descartar mejor, pero todos los que no cumplan los requisitos para ser buenos gestores, fuera. Y con el resto, ¿Cómo evitamos que sean designados a dedo? Muy fácil. Este sistema, ya se implementó con resultados muy favorables en la antigua Grecia, hace miles de años. Y el sistema es la suerte. A cada candidato se le asigna un número. Se ponen todos los numeritos en un bombo, y se escoge un número al azar. Cómo en la lotería. Por supuesto, repito, este proceso debe ser extremadamente controlado, en todos sus pasos.

Ahora que ya tenemos nuestro consejo de administración creado con personas preparadas, con experiencia en sus medios para gestionar nuestro país, podemos decir sin ningún miedo a equivocarnos que éstas son personas que están trabajando por su país porque quieren y sobre todo porque son unos afortunados. Que nadie los ha puesto dónde están salvo su voluntad y la suerte. Por tanto, a partir de ahora y para conservar sus puestos de trabajo (por cierto, bien pagados) deberán trabajar duro. Y sus caras o sus pensamientos sobre temas concretos, no son importantes. Lo que importa es el bien del país. Fíjate que de paso, estamos creando patriotas reales.

Bien. ¿Cómo evitamos que este consejo cree y apruebe leyes que sean beneficiosas para ellos? Muy sencillo. No permitiremos, que sean ellos ni quienes las creen, ni mucho menos quienes las aprueben. Lo haremos nosotros, los ciudadanos.

A día de hoy, cualquier persona mayor de 18 años tiene un móvil. Y ¿por qué no utilizar la tecnología para la política? Este consejo de administración de nuestra empresa ficticia, creará un departamento de I+D, otro de Informática, y otro de información al usuario. Éstos, a parte de encargarse de que las redes sociales e internet en general sean menos adictivos, más privados y en definitiva, mejores, han creado desde antes de llegar al poder, una aplicación que cualquier persona con permiso de residencia se puede descargar. Esta aplicación llamada “Democracia” permite que los usuarios creen proposiciones de ley y se unan a otras ya creadas.

Sólo las proposiciones con más votos serán las que se tengan en cuenta para que el comité central cree una propuesta de ley, o una propuesta de modificación de una ley existente y cuando esto pase, nos llegará una notificación al móvil con la que tendremos un periodo de X horas para votarla. Esta notificación, viene acompañada de información real, concisa, contrastada, neutral y además necesaria, para poder votar. Es decir, que si no entiendes lo que te están proponiendo (y la app lo sabrá porque antes de dejarte votar te va a hacer unas preguntas para ver si has entendido toda la información) no puedes votar. Las leyes y enmiendas se proponen siempre de abajo arriba para que las personas no estén involucradas en procesos que no le interesan, es decir, la mayor participación para una persona en concreto se registrará siempre en su pueblo o ciudad, votando conjuntamente con las personas de su comunidad o país sólo aquellas leyes que sean de interés general.

Implementar un programa de este tipo, conllevaría unas ventajas increíbles. La gente siente que realmente está tomando decisiones y la vida política dejaría de ser algo maloliente y sin sentido. La política se convierte en cultura. Las leyes no se aprueban sin un porcentaje importante para saber que se está haciendo lo correcto y esto también genera debates con información fehaciente y más implicación de todo el mundo por mejorar lo que ya existe. El consejo de administración no puede proponer leyes demagógicas, en cuatro años estarán fuera de la empresa y además deben responder a auditorías externas cada pocos meses. En una sociedad como ésta, no tiene ningún sentido aspirar al poder. Básicamente porque no existe.

Poco a poco, se irán destinando recursos a la creación de empresas públicas, que trabajando con la misma ética que “Democracia” darán trabajo a las personas y crearán toda la infraestructura del sistema público, totalmente diferenciado e independiente del sistema privado, como por ejemplo, la distribución eléctrica, de gas, de petróleo, transportes, etc. Todo lo que haga falta para las personas y que ahora mismo gestionan empresas privadas que se aprovechan de su situación, deberá gestionarlo el país en pleno. Digo creación, no expropiación, porque eso sería comunismo.

En este sistema, tampoco hay parados, porque las personas paradas tienen la oportunidad de entrar a trabajar como aprendices en muchos tipos distintos de trabajo, siendo formados por el camino como sea necesario. Aprovechando la infraestructura del país para que la gente aprenda un oficio. Desde maestros hasta limpia bosques. En esta nueva cultura no tiene cabida la “titulitis”, cada persona hace lo que realmente quiere hacer, porque el trabajo no falta.

Ahora bastaría con replicar esta empresa central en las comunidades (manteniéndola siempre en su mínimo exponente) y dedicarse a digitalizar al máximo todos los trámites del país. Estamos en 2020, todo el mundo tiene internet. Para las personas mayores, los trámites se pueden realizar por teléfono. La reducción de coste público sería increíble, contado con que hoy en día sólo el congreso central tiene trescientos cincuenta diputados con sus dietas, coches, seguridad y todos los servicios que nos roban por la cara. Con este sistema, tenemos la infraestructura más barata, eficiente y democrática del mundo.

Acabamos de eliminar a la clase política y con ella, muchos otros problemas. En un sistema como este, en el que todo el mundo es libre de proponer una idea, la sociedad sólo puede ir a mejor, pues solamente aquellas ideas que tengan sentido serán respaldadas por la mayoría y saldrán hacia delante.

Por supuesto, a día de hoy, esta manera de funcionar es una utopía. Para empezar, haría falta alguien que la quisiera implementar y a quien la gente acostumbrada a votar rojo o azul, escuchase. Si esto se diera, seguro hay miles de problemas legales para llevar a buen puerto algo así y sobre todo, miles de millones de intereses que nunca lo permitirían. En caso de que se dieran tantos milagros seguidos, faltaría mucho dinero, mucho tiempo, y muchos años de educación, que ya hace tiempo perdimos.

Pero nunca es tarde si la dicha es buena y yo quiero pensar que algún día, la democracia real llegará a nuestras vidas.


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