El Fin de Nada

No paro de leer artículos sobre el final del Capitalismo. Odas al acabose de la sobreproducción a coste reducido. Letras de la esperanza que nos trae el virus. Todo el mundo tiene sus teorías y todo el mundo quisiera que fueran ciertas. Yo no puedo ser menos.
Pero lamentablemente mi cerebrito no me permite un ápice de alegría en estos tiempos. Sí, estamos sufriendo. Sí, nos ha cambiado la vida. Y sí, esto es una experiencia que debería hacernos pensar mucho. Pero el problema no somos nosotros.

El Capitalismo en el que vivimos nos tiene completamente absorbidos. A no ser que te marques un retiro al monte con unas ovejicas, es imposible no estar presente en el ojo del huracán. Nos hemos acostumbrado a esto que nos han impuesto desde que nacimos y ya no entendemos la vida sin comprarnos esos zapatos que aunque no teníamos, tampoco necesitábamos o a prescindir del coste de Netflix y coger un libro en su lugar. Somos maquinitas de consumir, sin miedo, sin respeto y sin ningún tipo de consciencia de clase, raza o existencia. En definitiva, somos muy tontos.

Pero hay un problema que estriba de fondo y es el que realmente hará que nada cambie.
Aquí (en este planeta) hay demasiadas personas con demasiado dinero, que a parte de ver como sus empresas se desgranan con cada día que pasa sin producción, no están sufriendo ningún tipo de lección moral. Escondidos en sus mansiones a todo lujo, esto es solamente un tiempo de retiro espiritual. Estas personas, que todos sabemos quienes son en nuestros respectivos países, emplean a una gran parte de la población, tienen a los gobiernos de su parte y no tienen a nadie que les haga frente. No importa lo que hagan en contra del planeta, en contra de los derechos de las personas, en contra de la vida. Sólo importa lo que aporten al P.I.B. Todo lo demás, bah.

Por desgracia, cuando todo esto acabe, los pobres que ahora mismo no pueden trabajar para asegurar el sustento de sus familias, ni pueden estar seguros de que el país vaya a poder asumir el coste de su paro, tendrán que volver corriendo al mismo puesto de trabajo que representaba todo lo malo del capitalismo. El encierro en las fábricas, la sobreproducción a coste reducido y el continuo goteo de los recursos naturales están a la vuelta de la esquina. Los gobiernos y las grandes fortunas sólo esperan a abrir la puerta de toriles dónde ahora mismo el toro más bravo jamás lidiado (Capi para los amigos) da vueltas y brama inconsolable.

Aun así, me gustaría pensar que esto sembrará una semillita. Estoy convencido que en algún futuro próximo, una nueva generación de empresarios y políticos llegará. Una generación que no se haya criado en la mentalidad de los años 50 y 60. Lejos de religiones, camisas, corbatas y trajes. Lejos de autoritarismo productivo. Esta generación será la que imponga cambios en nuestra educación y forma de vida, haciendo que los que vengan después ni siquiera sean capaces de imaginar un mundo como aquel al que ahora mismo estamos abocados.

Si el gobierno puede obligarnos a no salir de casa ni para llegar al contenedor de la manzana siguiente a la nuestra, haciendo que las ciudades estén más limpias de humo que nunca, ¿qué más podría hacer? ¿No podría prohibir la fabricación y tráfico de armas? ¿No podría atacar frontalmente a la industria cárnica (una de las más contaminantes de este planeta) para que deje de matar a seres vivos que ni siquiera serán aprovechados para el consumo debido a la sobreproducción? ¿No podría prohibir los estúpidos viajes de negocios, con aviones fletados de personal que sólo va a Londres, Pekin o NY a hacer el paripé, pudiendo hacer las reuniones por Skype? ¿No podrían dar de nuevo importancia al arte, poniéndolo al frente de la vida como el elemento más básico y necesario de la existencia humana? ¿Costaría mucho pensar en la sanidad como algo que no debe entrar en los balances económicos más restrictivos destinándole los recursos que merece?

Mientras estar en el gobierno sea un chollo y estar entre la población sea una lucha constante por tener dinero que nos mantenga a flote, lo tenemos muy mal.

El fin del Capitalismo sólo llegará cuando las administraciones públicas y la consciencia general estén dispuestas a ello.


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