Conclusiones del Independentismo

Parece ser que el movimiento independentista vuelve a desinflarse. No es que uno sea muy fan del mismo, mucho menos de seguir a supuestos mesías con intereses particulares hasta el fin del mundo. Para mí, los humanitos libres solicitando un nuevo Estado como si una almorrana nueva fuera la solución a una almorrana existente, se equivocan. Sin embargo, cualquier demanda de un número importante de la población debería ser escuchada y resuelta. Y si en teoría estamos en democracia, por supuesto, el camino para ello debieran ser las urnas. 



Sea como sea, no se le puede negar al independentismo el éxito en cuanto a movilización del personal se refiere. La cosa iba muy en serio, hasta que las tretas y castigos del gobierno español han conseguido mermar los ánimos y el movimiento ha empezado a pelear contra sí mismo, separando puritanismo catalán de intereses económicos. Poco se sabe de cómo acabará el conflicto, solamente que la variación entre las dos partes es de, aproximadamente, un 3%.

Sin embargo durante todo este periplo han demostrado unidad, compromiso, esfuerzo y sobre todo (pese a sus ansias por un Estado acorde a sus intereses) que la población se puede poner en marcha, pacíficamente, sin necesidad de depender de las estructuras gubernamentales. Se han generado manifestaciones de más de un millón de personas de todas las edades, números que no han sido vistos en ningún otro movimiento, por lo menos, desde que el anarquismo se organizaba entre finales del 1800 y principios del 1900. 

Lo cierto es que estamos atontados. Llevamos lustros aletargados. A principios del siglo pasado, las cosas eran muy distintas. Las personas se preocupaban las unas por las otras. Se ayudaban. Se defendían. Sin embargo las miserias de la guerra civil, la posterior lavada masiva de cerebros durante el franquismo y nuestra vanagloriada existencia en el siglo XXI dónde se supone que todos somos clase media, aunque tengamos que estar haciendo cálculos diarios para tener claro que podremos pagar la abultadísima factura del gas este mes, nos han arrebatado todo instinto de lucha. Y las pocas luchas que hay en las calles, acaban siempre mal para aquellos que gritan por algo mejor.  

Que yo recuerde, la policía agrede indiscriminadamente, desde siempre. Toda manifestación seria, en contra de los intereses del Estado acaba en duras cargas. Porras vuelan. Gente indefensa sale herida. Que no se pueda protestar es triste, pero que hayamos asumido como algo normal que nos peguen por ello, lo es aún más. Pareciera que la capacidad de ponernos de acuerdo y darles en la boca a los que conducen nuestras vidas por los tortuosos laberintos del capitalismo más acérrimo, es un don que la sociedad perdió en algún momento. Si nos paráramos un poco a pensar, además, veríamos que no estamos en las mismas condiciones para la batalla que hace cien años. Los cuerpos del Estado, están hoy mucho mejor equipados, son más que antes y además el tiempo y nuestro amansamiento progresivo les ha hecho creer que tienen el derecho, el deber y la razón para pegar patadas voladoras con total impunidad.

Pero no está todo perdido. Si algo nos ha enseñado el movimiento independentista es que se puede organizar a la población de una manera impoluta. Aprovechando las nuevas tecnologías y sobre todo, la astucia, podemos hacer las cosas de manera muy diferente. Sin violencia y haciendo más daño, que con una simple manifestación. 
La conclusión que deberíamos sacar aquellos que no queremos el independentismo, pero que estamos hartos de trabajar para parásitos, es que tenemos que aprovechar estas herramientas sociales para mejorar la manera de protestar. Para hacer algo que realmente cambie las cosas, no simplemente el color del logo en el gobierno. Para actuar contra los lobbies energéticos. Contra los fondos buitre. Contra el terrorismo de Estado. 

Lo cierto es que hay muchas personas en este país que coinciden en lo más básico de sus creencias y sin embargo no hay manera de que se pongan de acuerdo. Siguen los movimientos progresistas separados por tonterías. Siguen aquellos a quienes entregamos el poder marcando nuestras pautas. Sigue la derecha casposa y el fascismo en primera fila de nuestra sociedad. ¿Cuántas veces deberemos repetir los mismos errores? ¿Por qué seguimos sin entender que la lucha de otros, puede ser un beneficio para nosotros mismos? La fuerza la tenemos nosotros, juntos. Somos artesanos, albañiles, médicos, ingenieros, profesores, economistas, estamos bien formados. ¿Por qué seguimos dependiendo de inútiles que sólo se preocupan por su posición política y de su falsa imagen?

Si un millón de personas se moviliza un día puntual para ir a manifestarse a Barcelona, ¿cuántas estarían dispuestas a coordinarse mejor a través de un teléfono? El día que permitamos que cada uno piense como le dé la gana y entendamos que los políticos sólo sirven para generar conflicto, seremos una sociedad más libre. 

Estamos preparados para organizarnos y tomar el control de las instituciones, sin importar ideales políticos, banderas o intereses de gobierno. Simplemente por el bien de la población. ¿A qué estamos esperando? 

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